Andrea y yo viajábamos y nos hicieron salir de nuestro vehículo. Lamentando profundamente dejar a mi pingüino dentro de la maleta (jamás lograría encontrarlo a tiempo), agarré un bizcocho y un libro y salí. Andrea cogió una manzana y un ejemplar de David Copperfield y se precipitó a la carretera. ¿O era una estación de tren?
Todo cambió. Aparecimos en una especie de pueblo donde había túneles de madera y personajes malvados que querían matarnos costara lo que costase. Cada vez se complicaba más el laberinto. Y encima había dos seres iguales. Uno era amigo, y el otro un mortal enemigo. Tras un siniestro juego de escondite y una horrible y sangrienta persecución de la que no quiero acordarme, conseguimos escapar. ¿Por qué digo que esto fue una pesadilla? Si hubierais visto la sangre que había todo el rato y el constante peligro de morir una muerte violenta, lo habríais entendido.
Pero lo mejor es el final. Conseguimos huir de la manera más absurda posible: por un túnel diminuto escondido en una máquina expendedora de chuches! Uf.
1 comentario:
Jajajaja que locuron. Por lo menos conseguimos escapar!XD
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